Cada vez que vamos al teatro nuestra noche se convierte en un evento especial. Decidimos cuidadosamente cuál será el género de la obra que vamos a ver, preparamos con antelación la tarde y en el momento en el que nos sentamos en esa butaca ya podemos sentir la magia.
Aunque no seamos conscientes de ello, hay más cosas que la propia obra que influirán en nuestra opinión de la misma… el teatro, ese edificio que probablemente tenga una historia que desconocemos, y el servicio que nos atiende pueden hacernos arquear las cejas de sorpresa pero también dejarnos con una sonrisa o con una decepción.
Yo soy una de esas acomodadoras, soy aquella que en los años 40 estaría en el ambigú durante el entreacto vendiendo palomitas, refrigerios y programas y que en 2014 hace exactamente lo mismo en el famoso West End de Londres. Soy una acomodadora 2.0: ponte cómodo y sígueme en este viaje al pasado para ver lo más actual de la escena londinense.
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Preparada para seguirte en tu camino de artecompacto!